10/12/2019
“A veces, la importancia del retorno puede pasar desapercibida, precisamente, aunque parezca paradójico, porque siempre contamos con él. Y cuando inesperadamente no podemos volver, aparecen el malestar y la añoranza. “Volver a casa”. De hecho, esta expresión tiene algo de redundante, porque la casa se puede definir, justamente, como “allí donde se vuelve”. A casa no se va, se vuelve, y se suele volver a casa cada día.” (Esquirol, 2015:42)
“Este “en casa” permite usar con cierta vaguedad los términos intimidad, familiaridad y proximidad. No indican algo relativo, a la posesión ni a la propiedad, sino al amparo, al refugio. “Mi casa” tiene este sentido, no el de la literalidad del posesivo. Así que, aunque pueda decirse con propiedad (mi casa, mis hijos…), de hecho el posesivo expresa aquí identificación y proximidad: “Soy de esta casa”, “Me debo a mis hijos”…” (Esquirol, 2015:44)
“La casa es la concavidad del cobijo, de la misma manera que el cuenco formado con las manos lo es del don. El tejado de la casa se parece a la figura de las manos juntas mirando hacia abajo; las palmas serían el techo. El cuenco se hace con las manos juntas hacia arriba. Con el cuenco se da y se ofrece; con el techo se guarda y se ampara. El cobijo lleva al don. Se da en casa y se sale de casa para dar.” (Esquirol, 2015:45)
Esquirol, J.M. (2015). La resistencia íntima. Ensayo de una filosofía de proximidad. Barcelona: Acantilado.
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